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Fake News, Fake Politics, Fake Democracy

  • By Boris Dedoff
  • 13 julio, 2020
  • 1270 Views

por Boris Dedoff

Las redes sociales, la post-verdad y la desinformación ya cambiaron hace tiempo la manera de hacer política, a ello también se suma la pandemia por el novel COVID-19 que amplifica los problemas sociales, desnudando esquemas corruptos y la ineficacia de muchos gobiernos.

Si bien han habido cambios positivos, el conjunto ha acelerado la entropía de la democracia en todo sentido, a pocos pasos de llevar a las democracias al autoritarismo. Tipos de política y políticos nuevos han sido engendrados. La nueva arena política es digital, anárquica y peligrosa. La responsabilidad de mantener o no una sociedad democrática hoy cae sobre los políticos y los comunicadores políticos: seguiremos aceptando la post-verdad como forma de hacer política?

Son tres las grandes amenazas a las instituciones y sociedades democráticas en la era de la post verdad: fake news, fake politics, fake democracy.

Fake News

El momento en que Donald Trump llama a CNN “Fake News” en una conferencia de prensa marca el momento en donde le mundo se vuelve consciente de las noticias falsas. Se desata una guerra política del “mi fake news es menos fake que el tuyo”. El Fake News ya existía años antes, pero nunca tomó preponderancia en la narrativa hasta que alegadamente facilitó la elección de un presidente impopular entre el establishment americano. Hoy en día, por culpa de la campaña de Trump, Fake News es parte del léxico. Ciertamente el Fake News existía, pero gracias a los medios sociales, se convirtió en el monstruo que nos zambulló en la era de la post verdad. Las distintas facciones buscan silenciar o cancelar las “fake news”, pero esto es tarea imposible.

La búsqueda de la verdad en sí ha desaparecido, lo que hoy en día existe son tribus luchando por establecer sus “verdades” como las únicas. El territorio de hoy es la mente de los rebaños, el arma es la información. Contra el enemigo no se debe batallar: se lo debe silenciar. Así como más cruda y “post-verdadista” se volvió la guerra por el poder político, se engendró lo que es la nueva política post-moderna: Fake Politics.

Fake Politics

La política y los políticos han perdido el sentido que antes tenían. El político tradicional y la noción clásica de la política es el enemigo moderno: es un escombro que hay que eliminar. En su lugar se perfila el político de la post-verdad, la persona quien mejor sabe surfear la ola de la post información y quien mejor se relaciona con la gente vía los medios digitales. Por sobre todo, es quien mejor sabe crear espectáculos mediáticos y puede convertirse en un meme, en canalizador de emociones. Están quedando atrás los ideales, las ideologías, las políticas y programas de gobierno y en sustitución crecen en popularidad las indignaciones, las medidas de fuerza, las manifestaciones, los boycotts (cancel culture). La polarización está a la orden del día, no hay mucha intención de diálogos conciliatorios o de llegar a un punto medio con la intención de construir.

El enfrentamiento es lo que logra un mejor rédito “político”, la popularidad, porque la política en sí está ausente del Fake Politics: se piensa que es política, pero en realidad es un reality show. Cada facción empuja por un grupo o candidato que pueda moldear la sociedad a su gusto y antojo. La nueva política fake post moderna nos lleva finalmente a lo más peligroso: la democracia falsa.

Fake Democracy

La Democracia Fake es en su definición básica la total confusión de la opinión pública sobre los procesos democráticos y el intento de manipulación de los mismos por la nueva Fake Politics. Sin mucho pensar, se pide transgredir los órdenes políticos establecidos, se habla de cambios drásticos en la estructura de los gobiernos, de los sistemas eleccionarios, incluso de las cartas magnas. Si bien en países del primer mundo la polarización y fake politics han logrado que el sector privado se rinda ante la presión política, en el tercer mundo ha generado confusión sobre los sistemas de participación política. Lo peligroso del caso es la mentira de que los procesos democráticos son los culpables de que políticos corruptos accedieron al poder.

El resultado de la Fake Democracy es confundir a la opinión pública de que los mismos procesos democráticos deben reemplazarse por prácticas y modelos autoritarios, el deterioro de los partidos políticos como forma de participación, y el rechazo a los debidos procesos. Ante cualquier problema, no falta el pedido de la modificación de artículos constitucionales y leyes para adaptar los procesos a lo deseos de los nuevos autoritarios, todo esto potenciado por la política fake.

En conclusión: ¿Qué debe hacer el político, el comunicador político ante esta nueva coyuntura, si es que busca además del poder político, mantener dentro de su país un paradigma democrático con libertad y tolerancia?  La respuesta no es para nada sencilla y  tan solo buscar la verdad no basta. Se debe insistir y propulsar la confianza en los métodos y mecanismos democráticos para la elección de autoridades y la ejecución de políticas públicas.

Se debe desenmascarar la mentira.  Y por sobre todo, se deben dominar los nuevos medios. La censura y la represión ya no tienen cabida: se debe desenmascarar el “cancel culture” que domina los nuevos movimientos políticos y se debe luchar por un retorno al diálogo, por la sensatez y la verdadera política. Es esto, o el camino al autoritarismo, del que seremos culpables si no contribuimos a una solución.

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